Cuando me despierto, no recuerdo por qué
lloré tanto y cuando logro saber porqué, aún no lo entiendo. No puedo
ponerme en mis propios zapatos. Como si esa noche de sueños rotos me hubiera
borrado todo registro de empatía conmigo misma. Cuando me doy cuenta de que no
es suficiente para mí, que necesito más, que no
estoy bien.