3.8.12


A veces no puedo conmigo misma por eso todavía me sentía triste. Un sentimiento desgarrador, que me congelaba los intestinos. Sentía ganas de llorar todo el tiempo. Y cuando digo “todo el tiempo” debe entenderse literalmente. No podía ver una película, ni hablar de temas que supiera de antemano me iban a conmover, porque una vez que empezaba a llorar ya no había vuelta atrás. Alguien me había hecho daño, o yo me había hecho daño. Esa moribunda sensación que parecía no terminar.