Lo doloroso es que definitivamente así se
quede uno: siendo una maldita obsesiva. Supuse que tenía que superarlo pero nada parecía
cambiar. De mis inventos, de eso vivía:
del timbre que le había atribuido a la voz de él, de la personalidad que le
compré, de un futuro ideal juntos, donde no existiera diferencias. En mi
cabeza podíamos ser felices y no entendía por qué no se concretaba mi sueño.
Me enojé con dios y
con el mundo